
Ver bien y ser visto.
La reducción de las horas diurnas y los anocheceres cada vez más tempranos obligan a mucha gente a conducir de noche, afectando sobre todo a aquellas personas que vuelven del trabajo en coche. Al ponerse el sol, la oscuridad se impone y es en esta situación cuando es imprescindible el uso de los faros del vehículo.
Si no tenemos la suficiente iluminación para conducir las consecuencias pueden ser fatales. Los faros tienen el objetivo de alumbrar el camino y también de avisar a los demás de nuestra presencia y de nuestras intenciones.
Anticípate.
Antes de salir es importante hacer una buena previsión y organización del viaje. De esta forma tendremos el camino claro y evitaremos posibles contratiempos. No está de más comprobar el día antes las previsiones meteorológicas de esta forma si ves que el tiempo no acompaña puedes intentar retrasar el viaje hasta que desaparezcan.
Condiciones meteorológicas.
En general, si las circunstancias son adversas lo mejor es detener el vehículo en una área de descanso y esperar a que el tiempo mejore. Sin embargo, si debes continuar con tu viaje es importante que en presencia de lluvia enciendas las luces de cruce para ser mejor visto; en el caso de niebla, hay que encender las luces de cruce y alumbrado antiniebla.
Asimismo, si está lloviendo, conviene comprobar, en marcha y de vez en cuando, la eficacia de los frenos, tocándolos suavemente para secar la humedad de las pastillas, siendo totalmente desaconsejable frenar bruscamente para evitar el aquaplaning.
Es importante adaptar la velocidad y distancia de seguridad con el vehículo que se lleva delante en función de la visibilidad.
Cuidado con el viento.
El viento puede ser un gran enemigo de la conducción. Modera la velocidad y ten cuidado al adelantar camiones que hacen el efecto pantalla y pueden desestabilizar la direccionalidad del coche.
El peligro de las hojas secas.
Lo que a simple vista resulta una preciosa estampa teñida de una amplia paleta de colores, se puede convertir en una escena mucho menos idílica. Y es que cuando el asfalto se viste con una capa de hojas, sobre todo si están mojadas, aumenta el riesgo de sufrir un accidente debido a que pueden provocar pérdidas de tracción en los vehículos.
Carreteras frías.
Según llegamos a los últimos meses del año, las temperaturas van bajando y en las zonas de montaña empiezan a caer las primeras heladas. Si tienes pensado viajar por zonas de montaña, tienes que aumentar la precaución, sobre todo en las curvas peraltadas donde se acumula la humedad en la parte interior de la curva, facilitando la formación de placas. Otra solución es montar neumáticos de invierno para ganar adherencia en carreteras frías y no verte bloqueado por unos copos de nieve.
Revisa los neumáticos.
Las ruedas son el único elemento que está en contacto directo con el suelo. Un factor que sumado a las altas temperaturas de la época veraniega provocan más desgaste en los neumáticos y esto disminuye el control del conductor y aumenta la posibilidad de sufrir un accidente.
Al llegar el otoño, el asfalto se enfría y se humedece y es en esta situación cuando salen a la luz todos los defectos de los neumáticos que no se encuentran en buen estado. Por eso, es recomendable que al llegar esta época del año, hagas una revisión a tus neumáticos y te asegures que la altura del dibujo está en por encima de los 1,6 mm. No obstante, los especialistas recomiendan no bajar de los 2 mm.
El buen estado de este componente determina la adherencia y la capacidad de frenada del vehículo, y por consecuencia tu seguridad. También hay que tener un atento control de la presión, revisándola una vez al mes y de la edad de las cubiertas. Es importante también controlar el estado de la rueda de repuesto.
